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Los huesos sagrados una leyenda azteca Hace mucho tiempo, los dioses crearon a los hombres y a las mujeres para poblar las tierras, lo intentaron cuatro veces, pero en cada ocasión una catástrofe los destruyo. Primero unos enormes jaguares los devoraron, la segunda ocasión el viento soplo fuertemente y se convirtieron en monos, la tercera vez un gran incendio los convirtió en aves y la cuarta vez llovió tanto que los hombres y mujeres se convirtieron en peces. Cuando comenzó a bajar el nivel del agua, los dioses contemplaron las maravillas de la tierra decidieron hacer hermosos animales y flores que vivieran en ella, pero se sentía vacía, hacía falta la presencia de las mujeres y los hombres. Se reunieron los cuatro dioses de la creación, Huitzilopochtli, Dios del sol, dijo que estaba lista la tierra; Tezcatlipoca, preguntaba ¿cómo lo haremos? Hasta hoy no hemos tenido suerte con los anteriores; Quetzalcoatl, respondió, si queremos seres inteligentes, fuertes y creativos, necesitamos hacerlos con restos de los huesos sagrados que se encuentran en Mictlán, pero todos sabemos que Mictlantecuhtli, Dios del inframundo los cuida; y nadie ha regresado de allá con vida, dijo Xipe Totec. Quetzalcoatl emprende el viaje a Mictlan, sabiendo que su viaje era largo y peligroso y que tendría que pasar por muchas pruebas antes de llegar a su destino; así cruzo ríos embravecidos, cruzo por campos donde el viento soplaba tan fuerte que nada quedaba en pie, escalo montañas de obsidiana y después de varios años encontró una cueva que era la entrada al Mictlán; penetro por una enorme caverna y se encontró con el Dios de los muertos sentado en su trono de huesos y rodeado de murciélagos, búhos y arañas. ¿Que buscas aquí?, pregunto Mictlantecuhtli; quiero los huesos sagrados que tu cuidas respondió Quetzalcoatl, y ¿que harás con ellos?; los dioses formaremos a los hombres y a las mujeres que poblaran de nuevo la tierra. Te los daré a cambio de que hagas lo que yo te pida, quiero que hagas sonar mi caracol, Quetzalcoatl descubrió que le había hecho trampa pues el caracol estaba sellado y no podía sonar, entonces, puso el caracol en el suelo, se arrodillo y empezó a entonar una
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