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tres mujeres piadosas, que se hallaban sentadas a la puerta de una casa en una de las calles de Bedford. Se acerco, y oy éndolas hablar de las cosas de Dios, de su obra en los corazones y de la paz de la reconciliaci ón, vio que había en la religión algo que él no había conocido ni experimentado aún. Las palabras de aquellas mujeres no las olvid ó nunca, y desde entonces abandonó la compañía de viciosos y busc ó la sociedad de los que, al menos, tenían cierta reputación de piadosos. Bunyan hab ía ya emprendido su camino saliendo de la ciudad de Destrucción; p ero cay ó en muchos peligros y errores; apenas hay un temor de los muchos que pueden asaltar al esp íritu ansioso de salvaci ón que no inquietara alguna u otra vez su mente. Por largo tiempo fue como el hombre que él mismo describe en su libro, encerrado en una jaula de hierro, privado del gozo de las promesas divinas y esperando aterrado una segura condenaci ón. Su lucha con el Maligno nos recuerda también el combate de Cristiano y Apolly ón. Pero, según su propia y hermosa expresión, una mano misteriosa le alarg ó algunas hojas del árbol de la vida, que aplicó a las heridas que había re cibido en la batalla, y fue curado al instante. La fe le llev ó a la cruz de Cristo, y vino a ser más que vencedor por medio de Aquél que le am ó. Poco después de esto hizo pú blica profesi ón de su fe y comenzó a predicar a otros el Salvador que él había encontrado. Pronto tuvo que sufrir por causa de su religi ón. Entre los años 1655 y 1660 predicó a menudo en la vecindad de Bedford. En el a ño último fue arrestado y metido en la cá rcel de Bedford, en la cual pas ó doce a ños, exceptuando únicamente un breve intervalo de pocas semanas. Se ha dicho con frecuencia que Bunyan escribi ó EL PEREGRINO durante este encarcelamiento. Pero algunos eruditos han demostrado que fue en otro posterior y m ás breve encar celamiento, en el a ño 1676, cuando escribió la primera parte de su obra inmortal, la cual se public ó en los pri meros meses del a ño 1678. La segunda parte no apareci ó hasta el año 1685. La obra de Bunyan ha sido elogiada por los literatos m ás eminentes. Ha sido traducida a numerosos idiomas, algunos de los cuales eran desconocidos para Europa en los d ías de Bunyan. Los misioneros han llevado este libro a casi todos los pa íses del mundo, y ahora el Peregrino cuenta la historia de su viaje a los chinos en el Oriente, a los negros en el Occidente, o los groenlandeses en el Norte y a los isle ños del Pacífico del Sur. La Sociedad de Tra tados Religiosos, de Londres, ha ayudado a la impresi ón de esta obra en más de cien idiomas. Bunyan fue autor de otra alegor ía, La Guerra Santa, publicada en 1682, que sigue a EL PEREGRINO en m érito literario y religioso. Refirió también, de una manera inimi table, la historia de su vida y de sus experiencias religiosas en su libro Gracia que abund ó para el may or de los pecadores, digno de figurar al lado de las Confesiones, de Agust ín, y de las Conversaciones de sobremesa, de Lutero. Además de estas grandes obras, escribi ó muchos tratados, algunos de los cuales se leen todavía con placer provecho. En la c árcel aprendi ó Bunyan el arte de hacer encaje de flecos largos, con lo cual ayudaba a mantener a su familia. Despu és de su libertad vivió una vida muy útil a la obra de Cristo, como pastor de la Congregaci ón independiente de Bedford, y como predicador y escritor . Muri ó en 1658, en una casa que ten ía una tienda con la muestra “ La Estrella ” , y fue enterrado en Bunhill Fields. *** PROLOGO APOLOGÉTICO DEL AUTOR
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